Bombardeo, saqueo y muerte
La Sauceda era el último foco de la provincia de Cádiz leal al Gobierno democráticamente elegido por los españoles. A ella acudieron, desde toda la provincia, anarquistas, republicanos, socialistas y personas que temían por sus vidas ante el avance sublevado y querían resistirle, o se dirigían a Málaga por la sierra. El 31 de octubre de 1936, el valle fue bombardeado por cuatro aviones y asediado desde tierra por columnas del ejército franquista que avanzaban desde cuatro direcciones distintas. Destruido el poblado, los habitantes que no pudieron huir, mujeres y niños incluidos, fueron detenidos y trasladados al vecino cortijo de El Marrufo. Las tropas invasoras asesinaron a unas 50 personas aquel día y robaron todo lo que encontraron en las casas y chozas antes de meterles fuego.
Los sublevados contra la República se hicieron rápidamente con el poder militar en las ciudades costeras de la provincia de Cádiz. Desde la capital hasta La Línea de la Concepción, pasando por las ciudades de la bahía de Cádiz, Vejer, Tarifa o Algeciras, todas estaban en manos de los golpistas a finales de julio.
Jerez también sucumbió prácticamente desde el primer día y los pueblos del interior fueron cayendo poco a poco. Jimena de la Frontera, que resistió en manos de la República hasta el 28 de septiembre, fue el último pueblo de la provincia de Cádiz en ser tomado por los sublevados. Puede decirse que en el mes de octubre, de toda la provincia, sólo la parte gaditana del valle de La Sauceda permanecía aún en manos de los republicanos. El control del valle de La Sauceda era fundamental para los sublevados. Así se garantizaban su dominio sobre la retaguardia gaditana, podían surtirse de la riqueza pecuaria y forestal de la zona, lograban mantener expedita la línea férrea entre Ronda y Algeciras y salvaban el obstáculo que les impedía avanzar por este punto hacia Málaga –aún en poder republicano–.
Dirigido desde Sevilla por Queipo de Llano el ejército golpista pasó todo el verano metido en operaciones, dentro de la llamada campaña de Andalucía, en el sector Sevilla-Cádiz-Málaga, con el fin de ocupar un amplio arco entre Antequera y Algeciras, con Ronda como objetivo principal. Antes de culminar en La Sauceda cerrar toda esta operación, los golpistas se aseguraron el control de los municipios de su entorno: Jerez, Algar, San José del Valle, Alcalá de los Gazules, Ubrique, Ronda, Cortes de la Frontera y Jimena. Los rebeldes planearon la toma de La Sauceda como una operación de envergadura, con la actuación combinada de cuatro columnas de del ejército de tierra procedentes de cuatro puntos distintos. Una llegó desde Jerez, al mando del comandante Salvador Arizón Mejías, marqués de Casa Arizón, comandante militar de Jerez; una segunda desde Ubrique, al mando del alférez José Robles Ales, comandante militar de esta plaza; la tercera venía desde Jimena, al mando del comandante de infantería Fermín Hidalgo Ambrosy; y una cuarta desde Alcalá de los Gazules, al mando del capitán Antonio Fernández Salas. Estas cuatro columnas confluyeron sobre el valle el 31 de octubre de 1936. Pero antes intervino el ejército del Aire, con un bombardeo sobre el poblado central. En este bombardeo participaron cuatro aviones. El mismo 31 de octubre de 1936, a las 09.00 horas, el general jefe del Aire del Estado Mayor de la Segunda Región Aérea del ejército sublevado encargó desde Sevilla al capitán jefe de la escuadrilla de Sesquiplanos la ejecución de una orden de operaciones señalada con el número 96. Sobre el papel el objeto de la misión era el reconocimiento de la zona donde se habían de mover las columnas, en misión de acompañamiento. La realidad fue que las aeronaves, una patrulla de aparatos Breguet XIX, efectuó su operación de bombardeo sobre la población civil del poblado de La Sauceda, cuyos habitantes y refugiados salieron huyendo, presos del terror. Uno de los refugiados en La Sauceda, Juan González Ríos, entonces un niño de ocho años, tiene recuerdos muy nítidos de aquel día. Junto a sus padres y sus hermanos, él había llegado desde San José del Valle huyendo de los fascistas, que ya habían fusilados a uno de sus hermanos. En su nuevo hogar de la sierra pudo conocer a más familias que, por decenas, habían llegado huyendo desde muy diversos puntos de la provincia de Cádiz: “Nos vinimos a La Sauceda y aquí estuvimos tres meses. Una mañana temprano una avioneta tiró tres bombas y se largó. Todo el mundo empezó a recoger sus cosas. Y a los cinco o diez minutos vinieron otros tres aviones y empezaron a bombardear y ya todo el mundo salió huyendo por donde pudo”, recuerda Juan.
Otros supervivientes recuerdan cómo las tropas que llegaron luego le metieron fuego a las chozas y casas, cómo los soldados robaban lo que podían en el interior de las viviendas abandonadas antes de quemarlas y cómo ése mismo día comenzaron los fusilamientos de quienes habían salvado la vida tras el bombardeo y la entrada de los invasores.
Las columnas que venían desde Jimena, Jerez y Alcalá causaron en total unos cincuenta muertos entre quienes intentaron resistir el ataque en La Sauceda. La columna que venía desde Ubrique, y que antes de La Sauceda ocupó el cortijo del Marrufo, mató a otras veinte personas. Ese mismo día comenzaron los fusilamientos diarios de hombres y mujeres y no pararían durante meses.