Un pequeño recorte aparecido entre las carpetas del fondo de Jesús Ynfante en la Casa de la Memoria La Sauceda, nos recuerda que quizá eso que conocemos como el famoso espíritu de la Navidad es capaz de vencer obstáculos insalvables.
El 8 de junio de 1969, el gobierno de Franco decretó el cierre del paso fronterizo de tercera categoría de La Línea, lo que significó el encierro de la población gibraltareña que sólo podía abandonar el Peñón a través de los vuelos con Londres o hacerlo mediante el barco vía Tánger, ya que un poco más tarde, el 27 de junio, hacía su última travesía por la bahía el trasbordador Punta Europa que unía a Gibraltar con Algeciras, puesto que también este servicio quedó clausurado. Con ser éstas dos decisiones ya de por sí duras y de una transcendencia sin precedentes en las siempre controvertidas relaciones entre el Reino Unido y España con el viejo Calpe como trasfondo; la situación, sin embargo, se agravó el 1 de octubre del mismo año, cuando España procedió a cortar las comunicaciones telefónicas y telegráficas con la colonia.
Podemos imaginar las extraordinarias consecuencias que el cierre tuvo, especialmente para los más de cinco mil trabajadores transfronterizos que cruzaban cada día la pista del aeropuerto para ir a sus puestos de trabajo. Igualmente para la economía de Gibraltar y de las localidades de su Campo, algo que España trató de aminorar impulsando el polo de desarrollo. Pero quizá el lado humano fue el más desolador, ya que las familias, en su mayoría mixtas, integradas por población yanita y población campogibraltareña, quedaron separadas y sin posibilidades de mantener el contacto al que estaban acostumbradas. En otro orden de cosas, comenzó el abandono del uso del español como lengua vehicular en la Roca y durante los años del encierro, Gibraltar, por hacerse antifranquista, empezó a hacerse antiespañola.
La fecha del 1 de octubre no había sido elegida al azar, ya que se trataba del día en el que se cumplía el plazo que la Naciones Unidas habían otorgado al Reino Unido para acabar con la situación colonial de su dominio. Inglaterra, temiendo una respuesta militar por parte de Franco, ya que, como es de suponer, no pensaba acatar la resolución, había enviado con antelación una portentosa fuerza naval como medida disuasoria que ocupó las aguas de la bahía. En el tablero político, los movimientos se sucedían de manera categórica.
Sin embargo, como hemos apuntado más arriba, tal vez imbuido por el espíritu de las entrañables fiestas navideñas, el gobierno español permitió que los días de Nochebuena y Navidad se restablecieran las comunicaciones para que se pudieran trasladar las felicitaciones y los mensajes propios de las fechas. Y ahí es donde entra nuestra reducida noticia recogida por el diario ABC en su edición sevillana del día 27 de diciembre de 1969.
Bajo el título «La tregua de Gibraltar en la Nochebuena», se informa de que «se celebraron 1353 conferencias desde España». Reproducimos el texto íntegro:
Un total de 1353 conferencias telefónicas con Gibraltar se establecieron desde España entre las doce horas del 24 de diciembre a la medianoche del 25, lo que supone 7087 minutos de conversación. Este número ha superado todos los cálculos previstos y todos los antecedentes, dado que en épocas anteriores, antes de la decisión del Gobierno español de cortar esta comunicación con la colonia inglesa, el número diario de conversaciones oscilaba entre las cien y las doscientas. Desde Gibraltar a España se calcula, aunque no hay datos exactos, un número similar de llamadas. Estas conferencias navideñas desde España se cursaron a través de los canales tradicionales de Madrid, Málaga, La Línea y Algeciras.
Según se nos informa desde La Línea, la medida española concediendo esta especie de tregua navideña ha causado una magnífica impresión y gran satisfacción tanto en la colonia inglesa como en el Campo de Gibraltar, dados los numerosos vínculos familiares y de amistad.
existentes entre los habitantes de la Roca y los del territorio español circundante.
Es inevitable no recordar otro acontecimiento con el que guarda un paralelismo. Nos referimos a lo ocurrido el día 24 de diciembre de 1914, cuando los contendientes -franceses y británicos por un lado y alemanes, por el otro lado- a lo largo de diferentes puntos en el frente occidental, especialmente en la zona belga, hicieron un alto el fuego, decoraron como pudieron las trincheras, compartieron la escasa comida, bebida y tabaco que tenían y entonaron villancicos todos juntos. Este emotivo impulso lleno del deseo de confraternización en medio de la auténtica carnicería que era la Primera Guerra Mundial concluyó con regalos compartidos entre soldados de ambos bandos y la celebración de partidos de fútbol y significó una firme prueba del anhelo de los seres humanos por la vida y por la convivencia en paz.
Pero, volviendo a nuestro documento, si atendemos al contenido del mismo, es fácil suponer la alegría de ambas comunidades al poder compartir unas palabras que les dieran consuelo y felicidad, con independencia de la fecha escogida. Por otro lado, también nos demuestra cómo cualquier material, por pequeño o modesto que parezca, puede contener una historia detrás, cargada de interés y colmada de un valor significativo. De ahí el ingente y concienzudo trabajo de catalogación que el inventario de un archivo como el nuestro precisa.