El documento de esta semana es un texto manuscrito de Jesús Ynfante localizado entre sus materiales en el archivo de la Casa de la Memoria de La Sauceda.
Dentro de una carpeta con numerosa información como notas, recortes, artículos, etc. estaban estos dos folios bajo el título «El amigo americano», firmados con el pseudónimo de Lord Carnavon. En el mismo grupo de documentos también se encuentra otro texto en el que Ynfante se dirige al director del diario vasco Deia, medio vinculado al nacionalismo moderado y al Partido Nacionalista Vasco. En él le informa que remite este artículo para su publicación y aprovecha para solicitar el pago de algunos trabajos pendientes de cobro, lo que nos lleva a pensar que debió existir una colaboración entre el periódico y el periodista, aunque, en esta ocasión, no lo firme con su propio nombre.
El caso del que se ocupa Ynfante es el secuestro del que fuera conocido industrial vasco y directivo del Athlétic Club de Bilbao, Juan Pedro Guzmán Uribe, ocurrido el 30 de diciembre de 1986, perpetrado por ETA Militar. En el escenario de una gran operación policial que, según Ynfante, tuvo extensiones en otros y lejanos países donde se encontraban deportados de ETA, se logró dar solución positiva, como resultado de las pesquisas seguidas por la Policía. El 11 de enero de 1986 se acabó con la pesadilla para la familia Guzmán, tras la rendición de los secuestradores, localizados por los GEOs en una lonja de Basauri, el mismo lugar que había sido utilizado para esconder a otros prisioneros de ETA, como el ingeniero de Iberduero José María Ryan y el industrial Federico Lipperheide, ambos cometidos en 1981. El primero de ellos fue asesinado y el segundo liberado, tras el pago del rescate por parte de su familia. En la operación para liberar a Guzmán Uribe fueron detenidos los captores, todos miembros liberados de ETA Militar, José María Gaztelumendi Uribarren -responsable del comando-, Manuel Azkárate Ramos y Joaquín Urain Larrañaga.
Reproducimos el texto íntegro del artículo enviado al periódico vizcaíno, del que no sabemos si vio la luz y nos asombramos con los datos a los que Ynfante tenía acceso, así como la diversidad de temas que llamaban su atención y sobre los que era capaz de establecer opiniones con criterios fundamentados en los abundantes datos que manejaba. No obstante, en este caso, no sólo está presente el asunto de ETA, sino el mundo de la agroalimentación -del que Ynfante era un experto- y que es el que le ofrece conexiones e informaciones de gran interés que desgrana en su texto, aportando una visión que nos atrevemos a decir que nadie más tuvo en aquellos momentos.

El amigo americano
Fue necesario lanzar algunas cortinas de humo después de conocerse el secuestro que se produjo cerca de unas instalaciones deportivas del Club Atlhético de Bilbao. Aquello resultaba lógico cuando estaba en juego una vida humana y parecía además conveniente desviar informativamente de alguna manera el caso.
Como su tío había sido presidente del Athlétic y el propio secuestrado figuraba en la Junta Directiva y codirigía una empresa de publicidad junto con Pedro Aurteneche, su actual presidente,  sería el Club Athlétic de Bilbao quien cargaría con todo el peso informativo del asunto. Hasta el portavoz oficial había sido nombrado conjuntamente por el club y por la familia. A partir de entonces se inició una campaña “deportiva” como presión para obtener la resolución rápida del secuestro.
Los medios de comunicación retuvieron información haciendo lo posible para minimizar el poder económico de la familia del secuestrado. Algún periódico hizo tan sólo una ligera alusión a los Guzmán, una de las grandes fortunas de Euskadi. Su padre, miembro notorio del Opus Dei, llegó a ocupar simultáneamente más de veintiocho consejos de administración en empresas químicas y mineras, como hombre fuerte del grupo financiero del Banco de Vizcaya. Su tío Enrique, ya fallecido, de igual manera lo había sido en el Banco de Bilbao. De sus hermanos, primos y demás miembros de la familia bastaba con decir que nunca conocieron la pobreza. Pero el negocio más floreciente de la familia era, sin ninguna duda, la soja y sus derivados como las margarinas y los aceites vegetales. El secuestro de Juan Pedro Guzmán Uribe, como señalaría luego un cronista político, “era mucho secuestro”.
Controlada la cobertura informativa, ahora tan solo quedaba la señal esperada, armarse de paciencia y esperar la consabida reivindicación, exigir las noticias sobre su estado de salud y, sobre todo, acechar las posibilidades para el momento de establecer contacto. Cualquier experto en seguridad sabe que, técnicamente, lo más difícil en un secuestro son los contactos que han de establecer los secuestradores antes de cobrar el rescate. Un dato de gran importancia a tener en cuenta y que explica el por qué los secuestros terminan por lo general con la intervención de la policía y la detención de los secuestradores.
El desenlace del caso sería muy rápido. La familia contó también para ello, desde los comienzos del secuestro, con el apoyo “silencioso” del amigo americano. Si algo resultaba evidente era que las figuras del ajedrez donde se jugaba tan dramática partida no estaban sólo en Euskadi.
Luego, para explicar cómo obtuvieron la información sobre el lugar donde se encontraba el secuestrado y llegar a las lonjas de Basauri, se facilitaron versiones para todos los gustos. Para unos, el “chivatazo” que condujo a la policía donde el comando de ETA mantenía escondido al industrial vasco salió de las islas de Cabo Verde, porque en ese país africano se encontraban deportados tres etarras que habían sido antiguos miembros del “Comando Vizcaya” y allí se desplazaron altos cargos del Ministerio de Interior y de Asuntos Exteriores para interrogarle so preguntárselo. Este último punto no queda claro.
En otra versión, más ingenua, la policía española aseguraba haber utilizado el método deductivo ahondando en los archivos y estudiando casos precedentes como el secuestro en 1982 de Lipperheide.
Otra versión, más truculenta, aseguraba que la pista que condujo a la localización de Guzmán procedía de otra supuesta confesión, esta vez por parte de dos etarras deportados a Ecuador. Esta versión con exóticos escenarios y policía local incluía además la lacra de la tortura.
Mientras tanto, en la última planta de un rascacielos de Nueva York, en Park Avenue, en un despacho con ambiente de lujo refinado, Michel Fribourg, el hombre que estaba sentado delante de una magnífica mesa de despacho, del más depurado estilo Luis XV, podía estar doblemente satisfecho. En primer lugar, por la liberación y feliz desenlace del caso Guzmán y, en segundo lugar, por permanecer al margen de la forzada publicidad de un secuestro.
Descendiente de una familia judía de Amberes y presidente de la Continental Grain Corporation, Michel Fribourg es uno considerado como uno de los hombres  con mayor poder en el mundo. Continental Grain, su compañía, es una de las cinco multinacionales que por ser empresa familiar no publica estadísticas y sus acciones no están cotizadas en Bolsa, pero aprovisionan en cambio a todo el planeta y controlan monopolísticamente el mercado mundial de los cereales y la soja. Estas multinacionales huyen además de la publicidad, sobre todo por causa de los enormes intereses que representa el arma alimentaria, que se encuentra en manos americanas y es hoy mucho más temible que el petróleo.
Michel Fribourg, el amigo americano, había seguido muy de cerca el secuestro en Bilbao de Juan Pedro Guzmán Uribe, director general de una del más del centenar de sociedades filiales de Continental Grain diseminadas por el mundo.

Lord Carnavon

 

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