Las donaciones de libros son un modo de adquisición fundamental para bibliotecas como la nuestra, que no cuentan con un presupuesto específico y que se autogestionan con mucho esfuerzo y voluntarismo. Incrementar la colección de esta forma entraña además procesos y aspectos que quizá no se valoren como deberían. En primer lugar supone una relación, una amistad entre el donante y la biblioteca, o la institución en la que se encuadra. Cuando se donan libros a la Casa de la Memoria se participa de sus principios y objetivos; cada uno de ellos es una palada de tierra que se le escarba y quita a esa otra fosa que simboliza el desconocimiento y el silencio. En segundo lugar es una clara muestra de altruismo, de generosidad, y más cuando cada vez están más en auge ciertas páginas de venta en las que se mercadea tristemente con algunos ejemplares de “segunda mano” que se merecerían otro final. Y en tercer y último lugar, el aspecto que al menos a quien esto escribe le resulta más significativo: el libro donado sale de su estantería y comienza otra vida, se reúne con otros procedentes de distintas bibliotecas personales y se forma, en definitiva, una nueva colectividad a la que quizá estaban predestinados.
Todos estos aspectos enunciados se cumplen con creces con la donación que nos ha hecho llegar recientemente Ana Messuti. 120 volúmenes que representan con claridad sus preferencias lectoras y sobre todo el trabajo al que ha dedicado y dedica buena parte de su tiempo: la lucha por los Derechos Humanos, la reparación moral de las víctimas del franquismo, la dignificación de la Memoria Histórica. Sobra decir lo agradecidos y orgullosos que estamos de que una persona con tal trayectoria internacional; abogada por la Universidad de Buenos Aires, doctora en Derecho por la Universidad de Salamanca, ex-funcionaria de las Naciones Unidas en Viena y Ginebra, y autora de una copiosa obra se haya acordado de nuestra biblioteca en este apartado rincón de la península.
Y es que la relación y amistad de Ana Messuti con la Casa de la Memoria y las asociaciones que la promueven viene ya de lejos, concretamente desde el 2013. Como abogada del equipo jurídico que lleva en Argentina la querella contra los crímenes franquistas, acordó representar al Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar y a la Asociación de Familiares Represaliados por el Franquismo de La Sauceda y el Marrufo, que de este modo se sumaban junto al resto de querellantes al único juicio abierto en el mundo contra el régimen: la causa 4591/10 por delitos de genocidio y/o crímenes de lesa humanidad cometidos en España por la dictadura franquista entre el 17 de julio de 1936 y el 15 de junio de 1977.
En torno a este asunto y otros versó la conferencia que en noviembre de ese mismo año ofreció en la Facultad de Derecho de Algeciras, organizada por Jesús Verdú, profesor de derecho de la Universidad de Cádiz y amigo también de la Casa, el Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar y la Coordinadora Estatal de Apoyo a la Querella Argentina.
En julio de 2016 volvería a visitarnos en el marco del XXXVI Cursos de verano de la Universidad de Cádiz en San Roque, en cuyo seminario “Construir una memoria democrática: Verdad, justicia y reparación” impartió la conferencia “La querella argentina: evolución y repercusiones”.
De entre todos los libros donados queremos destacar por supuesto su última obra, al que acompaña dedicatoria: Derecho como memoria y justicia, publicado por la editorial Postmetrópolis este pasado mes de junio. No quisiéramos pasar por alto uno de los párrafos que ilustran la contraportada, pues resume perfectamente cuál ha sido su intención al escribir este libro y los sentimientos con que los ha envuelto nuestra amiga.
Durante el tiempo en que he escrito los textos que figuran en este libro me he dedicado a redactar querellas para la Causa argentina por los crímenes del franquismo y a conversar con los querellantes; estos, al narrarme su propia vivencia de la injusticia, me han transmitido algunas ideas que aparecen reflejadas en los textos aquí reunidos. Por ejemplo, su idea de la verdad y el deseo de conocerla; la larga convivencia con el dolor que el tiempo no calma y el obligado silencio acrecienta; el temor a que la memoria, lo único que les queda de las injusticias sufridas, se diluya y se pierda; o lo que para ellos significa luchar contra la impunidad. Pero sobre todo me han demostrado qué es tener conciencia del derecho, y sentirse ciudadanos del mundo.