En el escalafón de 1933 Viriato Castelló Bruna aparece con los siguientes números de registro general y de la especialidad: 13157/3097. Nacido en Alicante el 29 de octubre de 1902. Destinado en Campamento (San Roque, Cádiz). En septiembre de 1936 se inicia su depuración, que aparece reseñada con el expediente nº 97.

Firma del maestro.
Firma del maestro.

Los informes son todos favorables, excepto el del cura (creo que de San Roque) que asegura: “las referencias que tengo de este señor no son buenas, estaba en plan marxista, reuniéndose con los sres. Don Francisco Garrido y Don Antonio Guzmán (otros dos maestros de la localidad, uno de San Roque y el otro de Guadiaro), marxistas estos dos de los más activos”.
Por eso, y en base al artículo 3º de la Orden de 10 de noviembre de 1936 (BOE nº 27), se le sanciona con un mes de empleo y sueldo. Le dan 10 días para responder, como contempla el reglamento.
Sin embargo, existe un salto en la documentación de casi un año, ya que el siguiente es la respuesta del maestro.
En el pliego de descargo, del 5 de septiembre de 1937, además de exponer que la barriada es muy pequeña (unos 1200 habitantes) y que, dado, además, la figura relevante del maestro, todo el mundo lo conoce, nadie puede acusarle de mala conducta. Así mismo, refiere su actividad profesional, dejando claro que nunca ha tenido actividades contrarias a la religión ni a la patria, que en su clase no ha mostrado carteles ni fotos de personajes hostiles al Movimiento Salvador o que, jamás ha cantado himnos, salvo los cánticos escolares, como “El amanecer y las mariposillas”.

Pliego de descargo del maestro
Pliego de descargo del maestro.

 

Quizá convenga recordar que, hipotéticamente, no se está juzgando a la persona, sino al docente, de ahí que, en ocasiones, los maestros y las maestras se aferren a defenderse a base de principios didácticos y metodológicos que, obviamente, apenas tienen interés, ni tampoco comprensión, para las nuevas autoridades surgidas del golpe. Incluso, ni siquiera para las personas integrantes de la Comisión Depuradora Provincial, ya que, sabemos que en ella se integraban, alguien de la inspección, en el caso de Cádiz, Teresa Izquierdo, y el director del instituto de Cádiz, Agustín Lahuerta; pero también había médicos, abogados y otros profesionales completamente ajenos a la profesión, como el propio secretario, Reina Castrillón que, por tanto, nada sabían de materiales curriculares, ni de métodos de aprendizaje.
En su alegato, se refiere a sí mismo como “ciudadano” y que siempre trató de “encauzarlos hacia la bondad y el bien”. A continuación, el maestro, da un listado de los libros y las lecturas, dice que son anteriores a 1931, que han sido las empleadas en sus clases y, francamente, me parece enternecedor que, en lugar de parapetarse detrás de los lemas propios del momento, de las proclamas y los vivas al caudillo y a la España que los sublevados defienden -sólo expresa un “II Año Triunfal”- opte por hacer frente con libros, con materiales, con lecturas, aunque no he podido tener acceso a ellas y no pueda calibrar su intencionalidad. A veces los documentos no son sólo lo que dicen, sino también lo que callan. Estas son las defensas de Viriato:

  • Federico Torres Reyes: Alma
  • Victoriano F. Ascarza: El Cielo
  • José Dalmau Carles: Lecciones de cosas. Era una colección de varios libros, incluido un método de lectura.
  • José Dalmau Carles: Primer manuscrito
  • Félix Martí Alpera: Cosas y hechos

 

Una débil armadura para revestirse de legitimidad, pero que, no obstante, el docente esgrime animoso para su defensa.
De abril de 1937 existe un documento de la Comisión Depuradora Provincial, en el que se cuestionan los argumentos del cura, catalogándolos de vagos y que existen muchos otros favorables, por todo lo cual, proponen su rehabilitación.

La Comisión se plantea restituirlo en su puesto.
La Comisión se plantea restituirlo en su puesto.

 

Sin embargo, estas intenciones parece que no se concretan en una solución inmediata para que Viriato vuelva a su puesto. Así que, a su pliego de descargo, lo acompaña de los avales siguientes:

  • Manuel Valle y Valle, sargento y comandante de puesto de la Guardia Civil de Campamento, muy positivo y dice que “al comienzo del Glorioso Movimiento se encontraba en Sevilla, donde prestó servicios en unión de la Guardia Civil de la misma y, al regreso a esta, ha colaborado en unión de la fuerza de este puesto en cuantos servicios han sido necesarios. Firmado el 5/9/1937-
  • Antonio Mauricio, el padre de familia, el 6 de septiembre del mismo año, se expresa así “…demostrando siempre el mayor entusiasmo por la cultura de los pequeños, utilizando para ello lecturas sanas y morales”.
  • Bernardino Gestoso Campillo, el cura de la iglesia de Campamento, también favorable.

Aquí vuelve a haber un problema con las fechas, puesto que se supone que el escrito desfavorable fue el que emitió el cura en 1936, creemos que desde el propio San Roque. Sin embargo, este escrito, está firmado el 10/11/1936. Un tanto incomprensible, salvo que ambos sacerdotes, el de San Roque -de oídas- y el de Campamento, tal vez más de primera mano, emitieran sendos certificados contradictorios y que, en Cádiz, sólo se atendiera al que era contrario al maestro, confirmando esa mala fe que es tan palpable en todo el proceso de depuración.

  • Otro certificado más de la Guardia Civil, Antonio Casablanca, desde la comandancia de puesto de San Roque, asegura “habiendo acatado el Movimiento desde su iniciación con mayor entusiasmo”, lo firma el 7 de julio de 1937.
  • Y, el otro documento en el que las fechas no cuadran, es el que emite el alcalde presidente de la gestora del ayuntamiento, Antonio de Sola Monrabal, “…siendo afecto al actual Movimiento Salvador de la Patria”, documento que firma en diciembre de 1936.

La cuestión es que Viriato no logra ser rehabilitado y destinado a su mismo puesto, hasta el 21 de septiembre de 1937. Y lo hace de forma poco clara, a tenor del expediente que se guarda en el Archivo General de la Administración, en Alcalá de Henares (Madrid), caja 32, expediente 13177.
Para ese baile de fechas quizá la respuesta esté en el informe que el ayuntamiento envía a la Comisión el 2 de septiembre de 1936, en el que, en una escueta nota de cada uno de los docentes del municipio, como al parecer, les exigen, en el caso de Castelló Bruna, se recoge lo siguiente: “afecto al régimen, al que ha cooperado activamente, según informa el jefe de puesto de la Guardia Civil de Eritaña (Sevilla). Esto sí nos hace pensar que quizá pasó un tiempo en Sevilla al principio de la guerra, retrasando la solicitud de su rehabilitación. Al mismo tiempo, nos reafirma en la opinión de que, en muchas ocasiones, se empleaban testimonios, sin más averiguaciones. Hay que tener en cuenta, por otro lado, la enormidad a la que se enfrentaban los golpistas, al querer controlar a un colectivo tan amplio, por lo que los expedientes suelen tener múltiples fallos en el contenido y en las formas.
Los últimos datos a los que tenemos acceso sobre Viriato son los del escalafón de 1946, en el que se comprueba que mantiene su destino en Campamento, acumulando ya más de 18 años de servicio.
Una vez más, asistimos a unas opiniones vertidas sin tener conocimiento directo de los encausados, sino a través de “referencias”, que los sacerdotes no dudaban en esgrimir y, sálvese quien pueda. Es esa España de los inicios del conflicto, en la que las paranoias jugaron un papel protagonista, ante el miedo terrible que debió suponer aquel verano de 1936. No obstante, San Roque había sido controlado por los rebeldes desde los primeros momentos y resulta difícil justificar algunas actuaciones. Una falta de escrúpulos y un empleo de la mentira, amparados en la impunidad, son más que evidentes.
Por otro lado, es otro ejemplo más de la torpeza del proceso de depuración, el nulo rigor o comprobación de datos, el laberinto administrativo que intentaban sostener las fuerzas vivas del nuevo régimen, con la revancha como principal argumento y el deseo de destruir la obra educativa de la República como único objetivo. Al entregar la enseñanza, nuevamente, en las manos de la Iglesia, es cuando cobra sentido que el certificado de un sacerdote sea tan trascendental, con independencia de las simpatías o las ideas políticas que cada docente, bien tenía, o bien tuvo que adoptar, sencillamente, para sobrevivir.
En el caso de que Viriato, seguramente fuese un adepto al régimen, eso no impidió que se quedase fuera del sistema, sin trabajo y sin sueldo, durante todo un curso escolar. El apoyo a la España surgida del 18 de julio tampoco era una garantía para los docentes, en los confusos momentos de la conflagración, en el porvenir de hambre y miseria que esperaba a la primera generación preparada para sacar a la población infantil de la ignorancia y la superstición, a la que llevaba siglos amarrada. Imagino que ni los inocentes libros en los que se apoya el maestro de Campamento sobrevivirán a las Historias Sagradas, que serán el bestseller de los 40 hasta los 60, en los que reinó la Enciclopedia Álvarez, como el maximun de los saberes a los que un español común debía acceder. Para las españolas era aún más pobre.

 

 

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