Cuando analizamos los expedientes de depuración de algunos docentes, nos encontramos que, una vez concluido el conflicto, la nueva España fascista se enfrentaba a algunos problemas relacionados con la enseñanza. Por un lado, el enfrentamiento entre la Iglesia –que se consideraba la única legitimada para la formación de la infancia, centrada en la trasmisión de los valores morales y religiosos del catolicismo– y, por otro, la Falange, que lideraba esa creación de Franco, conocida como Movimiento Nacional, en la que trataba de integrar las diferentes posturas ideológicas que le habían apoyado en el golpe y la posterior guerra.
Aunque la Falange –en teoría laica y estatalista– aceptó y asumió el liderazgo de la Iglesia española, no obstante, también quiso intervenir en la propaganda y el adoctrinamiento de las nuevas generaciones surgidas y sometidas después de la guerra. Así, en el punto 23 de Falange –de los 27 de los que constaba su ideario–, después de asegurar que “somos un destino en lo universal” y de que “tenemos vocación de imperio”, queda patente su posición referente a la educación: “Es misión fundamental del estado, mediante una disciplina rigurosa de la educación, conseguir un espíritu nacional fuerte y unido e instalar en el alma de las futuras generaciones la alegría y el orgullo de la patria, Todos los hombres recibirán una educación preliminar que les prepare para el honor de incorporarse al Ejército nacional y popular de España”.
Esta idea entronca perfectamente con la puesta en marcha de políticas que van a reciclar ese “potencial” humano salido de las trincheras, con la sagrada misión de propagar el ideario fascista de la Falange, al tiempo que dar respuesta a la escasez de docentes, después de la concienzuda campaña de depuración, que apartó, según algunos autores, hasta a 60.000 profesionales del ejercicio de su profesión en las aulas. Si la Iglesia tenía como objetivo evangelizar a la población infantil, la Falange se agarró a la idea de hacer patriotas y de militarizar a la población masculina. Obviamente, las niñas iban educándose para convertirse en esposas y madres católicas, de la mano de la Iglesia, pero también de la Sección Femenina, creada en 1934, para expandir el movimiento liderado por los hermanos Primo de Rivera.
Centrándonos en el asunto que nos ocupa, mediante la Ley de 26 de enero de 1940, aparecida en el BOE del 7 de febrero, se va a arbitrar un procedimiento mediante el cual hasta 4.000 oficiales del ejército victorioso iban a acceder a plazas de maestros. La propia Jefatura del Estado, en un texto, por tanto, firmado por el propio Franco, asegura: “Firmes y ardientes de ardor patriótico, en medio de la aspereza de nuestra guerra de conquista, los Alféreces Provisionales (1) del Ejército Nacional, han sido durante treinta y dos meses, ejemplo de disciplina y sacrificio. (…) Ellos supieron demostrar en el silencio de su abnegada misión de dolor y de riesgo (…) que hoy son otra vez honra y gala de nuestra raza. Importa al Estado injertar este probado espíritu juvenil vía administrativa y política, pero de modo singular en el área de la educación…”.

BOE, 7 de febrero de 1940.
BOE, 7 de febrero de 1940.

Con estas palabras introductorias se convoca un concurso para cubrir plazas de maestros, vacantes ya que, como hemos visto, concluida la conflagración, existía, además de una carencia de docentes, un simpar número de oficiales, adeptos al nuevo régimen, pero que ya no tenían funciones como combatientes y no disponían de un desempeño claro en el ejército. No obstante, para el nuevo régimen, éstos tenían un enorme valor como difusores de las ideas fascistas y ultranacionalistas, así como de los valores cuartelarios y militaristas sobre los que se apoyó la dictadura.
En el artículo segundo de la ley, se detalla que podrán concurrir a este concurso los Oficiales Provisionales y Honoríficos del Ejército, “que estén en posesión del título de Maestro (…) o el título de Bachiller, o el certificado de estudios equivalente” pero que contarán, además, los servicios activos en el frente, poniendo el mínimo en seis meses de servicio en el mismo.
Está claro que se trata de recolocar a estos efectivos en la enseñanza, con una más que evidente intención de que contribuyan a la ideologización de los niños y jóvenes. Sabemos que, en muchos casos, estos nuevos maestros, no ejercieron nada más que impartiendo materias inventadas como “Formación del espíritu nacional”, o bien, colaborando en la formación física, la formación religiosa, lecturas y exaltación de héroes o líderes falangistas y poco más, puesto que carecían de preparación para afrontar con algunas garantías las áreas del currículo que precisan de su conocimiento científico, así como de algunas mínimas competencias en materia de metodología, didáctica, etc. Sin embargo, otros ocuparon puestos en la administración o en entidades para el control ideológico de los maestros, los libros de texto, los materiales didácticos, etc., como fue dentro del Servicio Español del Magisterio. Por usar la terminología de la actual ultraderecha en España, estaríamos hablando de verdaderos chiringuitos.
Además, no olvidemos la proliferación de empleos y puestos -en la enseñanza media y universitaria, por ejemplo, bedeles, porteros, pero también en las bibliotecas, los archivos, etc.- que fueron otorgados como premio a la fidelidad o servicios prestados al régimen a jubilados, mutilados o enfermos que estaban incapacitados para ejercer otras ocupaciones.
También fue una realidad que, en los años de la posguerra, no fuera infrecuente que alcaldes, curas, algunos caciques, etc. recomendaran o directamente nombraran a maestros sin titulación para impartir clases. Entre otros, estudiantes, seminaristas, etc. para los niños. Las niñas, en numerosas ocasiones, eran atendidas por muchachas que apenas manejaban unos básicos rudimentos de lectura y escritura y las cuatro reglas, puesto que dedicaban buena parte del horario a los rezos, los cánticos y las labores. En los institutos se insertó una especie de departamento, gestionado íntegramente por la Sección Femenina, para impartir clases de Decoración, Economía Doméstica, Puericultura, Labores, Cocina, Política y Educación Física, que quedó organizado por la Orden de 9 de marzo de 1943 y que adoptaron el nombre de Escuela Hogar.
Paralelamente y, de forma casi inmediata, la Universidad, allí donde podía volver a ponerse en marcha en el contexto bélico y una vez concluido, comenzó a ser codiciada por miembros del Opus Dei, creado en 1928 por Escrivá de Balaguer (2). En abril de 1940 también se legisló para poner en marcha un proceso que se conoció como “las oposiciones patrióticas”, para cubrir plazas de catedráticos. Mediante un oscuro y poco definido método selectivo de los candidatos, primaron, no sólo los méritos académicos de los aspirantes, sino, especialmente, los servicios prestados y la identificación ideológica con el nuevo régimen. Mediante el Decreto de 13 de julio de 1940, se le otorgaban plenos poderes al ministro, José Ibáñez Martín, para establecer los tribunales evaluadores, sin más control, que su criterio. Ya sabemos que una buena parte de las personalidades del mundo científico o de la creación, lograron huir de España al exilio, dejando un pobre panorama en las universidades, que fue cubierto con estos nuevos nombramientos.
Obviamente, todas estas actuaciones significaron un extraordinario empobrecimiento de la enseñanza en todas sus etapas, pero, también la configuración de una juventud dócil y medio analfabeta que no significaba ningún peligro para la España que acababa de configurarse.
Volviendo a los oficiales que ingresaron como maestros, debían realizar la oportuna solicitud, a continuación, se comprobaban sus antecedentes y, una vez seleccionados, debían superar un periodo de prácticas y realizar pruebas, sin más definición.
Con un sueldo de 4000 pesetas anuales, en su mayoría fueron destinados a ciudades, en detrimento de las escuelas rurales. Quienes no accedieron en 1940 tuvieron una segunda oportunidad. Así, en la Ley del 22 de febrero de 1941, para el acceso a técnicos de telecomunicaciones, se incluye un apartado por el que se abre otro periodo de solicitud para el Cuerpo de Prisiones y para el Magisterio Nacional.
Mientras muchos docentes sufrían represión y vivían en la miseria –todos aquellos que habían sido apartados de su profesión– se dio entrada a este colectivo, completamente ajeno a la docencia, en muchos casos sin estudios, ni titulación, sin oposición y sin estar supeditados al Escalafón, ni al Concurso General de Traslados, pero adquiriendo la condición de funcionarios. Una evidencia más, del concepto de enseñanza que se iba a implantar en España, radicalmente opuesto al que se puso en marcha con la República.

El alférez-maestro Pedro Galán con un grupo de escolares(Fuente: Lamela, Luis: "Pedro Galán, un profesor con muy mala leche", La Voz de Galicia, 30/11/2020).
El alférez-maestro Pedro Galán con un grupo de escolares (Fuente: Lamela, Luis: “Pedro Galán, un profesor con muy mala leche”, La Voz de Galicia, 30/11/2020).

Notas

(1) Precisamente, el calificativo de Provisional, significaba que, una vez concluido el conflicto, deberían abandonar las armas. Este cuerpo fue creado en septiembre de 1936, con la intención de atraer a jóvenes estudiantes que pudieran acometer tareas de oficiales. Algunos, no obstante la provisionalidad, continuaron en el Ejército como tenientes y capitanes provisionales.
(2) Ynfante Corrales, Jesús (1970): La prodigiosa aventura del Opus Dei: génesis y desarrollo de la Santa Mafia. París, Ruedo Ibérico; Ynfante Corrales, Jesús (2002): El santo fundador del Opus Dei. Biografía completa de Josemaría Escrivá de Balaguer. Barcelona, Crítica.

Fuentes

Bibliografía

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