El viernes 15 de marzo de 2024 abrió sus puertas el Centro de Arte Contemporáneo de San Roque con un acto en el que un numeroso grupo de personas acompañaron al artista Andrés Vázquez de Sola, colaborador y cómplice en innumerables tareas y figura insigne para nuestra Casa de la Memoria. Se materializaba un esperadísimo momento en el que ver colgada su obra en su localidad natal se celebró con alegría y orgullo.
Dada su condición de mago de la caricatura, adentrarse en las salas de una renovada Casa Consistorial, es deambular por la historia pasada y la presente, de la mano de personajes significativos que, de alguna manera, han dialogado con Andrés a lo largo de su vida. Los presenta doblemente; por un lado, mediante un retrato plástico, pero también con un pequeño texto en el que expone algunas cualidades y características que hacen a esa persona digna de reconocimiento o admiración. Es lo que él mismo nos explicó en la inauguración y que se conoce como etopeya, algo que consiste, no sólo en ofrecer una imagen física de la persona representada, sino también, una breve descripción de sus rasgos morales, peculiaridades del carácter, sus cualidades humanas, así como de las aportaciones que ella ha hecho, o que sigue haciendo. Y es que en este Panteón hay muchas personas que están vivas y que, por tanto, reciben del artista un reconocimiento especial ya que, por lo general, esto suele ocurrir cuando ya el interesado o interesada no puede apreciarlo ni agradecerlo.
La primera parada, tras una breve aproximación a la biografía de Vázquez de Sola, es un recorrido donde, la condición de haber nacido o vivido en el Campo de Gibraltar es la clave para entender la personalidad de la comarca, a través de las genialidades de personas que fueron y que son pequeñas -o grandes- luces y que, por tanto, han iluminado o siguen alumbrando las existencias de este rincón de los mapas. Carlos Pacheco, Guillermo Pérez Villalta, José Luis Cano, Ramón Puyol, Juan Domingo de Mena, Juan José Téllez, Luis Ortega Bru, Canela de San Roque, Pepe Reyes, Juan Gómez Macías, Paco de Lucía, Carlos Castilla del Pino, José Chamizo…
En la planta superior hay dos recorridos que, a modo de ejes cronológicos, nos transportan en el tiempo a fechas y personajes desde la Antigüedad, hasta la actualidad. Una selección que, a su criterio son, por tanto, el sustrato vital e intelectual, la materia prima con la que se ha ido elaborando la cultura, los nutrientes de los que las ideas han florecido, el acervo con el que se han ido construyendo los movimientos sociales, el soporte ideológico que promovió los cambios, los cimientos sobre los que se han levantado los edificios que identifican a la civilización y en los que Andrés, de alguna manera se sostiene y se explica, como alguien mentalmente racional, religiosamente descreído, socialmente revolucionario, humanamente comprometido, vitalmente atrevido… En definitiva, alguien necesario para entender el Mundo, un imprescindible que rinde homenaje a quienes conforman ese catálogo de elegidos, algo así como una enciclopedia de la excelencia.
Platón, Safo, Maimónides, Rousseau, Teresa de Jesús, Góngora, Velázquez, Goya, Clara Campoamor, La Pasionaria, Federica Montseny, Rafael Alberti, Pablo Picasso…son sólo algunos ejemplos de los que pueden verse y que, constituyen esas piezas indispensables en la configuración del progreso, esas divinidades en el Olimpo de Andrés. Cada uno, un ladrillo de esa casa común que conocemos como Occidente. Identificables, no sólo por sus apariencias, sino también por las escenas en las que se insertan, los personajes que les acompañan o la simbología con las que se identifican. Todo, obviamente, visto a través de la inteligente pupila de Vázquez de Sola, a la que no se le escapa un detalle. Disecciona, analiza y, con un pincel que más bien parece un bisturí, realiza algo parecido a una autopsia. Eso sí, llena de color y alegorías y de la que el protagonista en cuestión, siempre sale vivo. Los personajes, en sí, ni son buenos ni son malos -aunque se aprecien las simpatías que algunos más que otros le despiertan-, se nos muestran en su totalidad, aportando visiones poliédricas de su existencia y en las que el humor es una consigna que siempre recorre la estampa. Una recreación mordaz y divertida, llena de gracia y referencias, que invita a husmear en esos retratos e identificar las claves que guiaron sus vidas, las causas que defendieron, las clarividencias que los han hecho imperecederos. No obstante, el juicio al que Andrés los somete es absolutamente benevolente, puesto que la bondad es, con seguridad, el mayor atributo de nuestro amigo y artista y nadie sale mal parado. Bueno…fíjense, por ejemplo, en la etopeya de Dalí y saquen sus propias conclusiones.
Algo a destacar es la consideración especial que le ofrenda a sus compañeros y compañeras de profesión, responsables del humor gráfico, de la sátira y la crítica en revistas y otros medios. Muchos coincidieron con él en Francia, durante su exilio y, entre todos crearon una especie de hermandad que trascendió, elevando este género, a caballo entre el periodismo y la sátira, a la categoría de arte. En este sentido, sería interesante que la idea de Andrés, que el museo se convierta en un centro para el estudio de esta particular expresión, sea un objetivo en su gestión.
La visita necesita de tiempo para recrearse, informarse y valorar este extraordinario catálogo y, además, la donación que Andrés ha hecho al ayuntamiento de San Roque es mucho mayor que los cuadros que cuelgan de sus paredes. Se garantiza, por tanto, un futuro de cambios en la oferta plástica expuesta, así como una puerta abierta a otras muchas posibilidades a la hora de presentar o dinamizar su obra. Habrá que convertirse en reincidente y volver al Centro para no perderse las posibles futuras incorporaciones.
¡No se lo pierdan!