El municipio de Jimena de la Frontera, de los ocho que componen la comarca del Campo de Gibraltar, fue quizá el más golpeado por la represión franquista en relación al número de habitantes que poseía en los años de guerra y posguerra, en torno a los diez mil. Tras la toma manu militari, acaecida el 28 de septiembre de 1936, dos meses después de que se controlaran el Estrecho de Gibraltar y las principales ciudades de la provincia, y en la que cayeron una treintena de defensores de la legalidad republicana1, se sucedieron una serie de oleadas de asesinatos que marcaron para siempre el devenir histórico de la localidad.
Primero cayeron los hombres y mujeres que no consiguieron sumarse a la huida colectiva hacia la provincia de Málaga. Serían eliminados por aplicación del bando de guerra firmado y ordenado por Queipo de Llano el 18 de julio, sin haber sido juzgados y condenados, y arrojados luego a alguna de las tres fosas comunes de las que hasta el momento se tiene constancia. La segunda oleada de asesinatos devino tras la caída de Málaga en febrero de 1937 tras la falsa promesa de que nada tenían que temer aquéllos que regresaran y no hubieran cometido algún “delito”. Idéntico destino les depararía a los soldados capturados al término de la guerra o que se presentaron en su pueblo natal de forma voluntaria. La última oleada, ya en plena posguerra, se cebaría sobre los guerrilleros antifranquistas a los que se les aplicó la ley de fugas en el mismo monte; y se extendería hasta 1951, cuando fueron ejecutados y enterrados en la Fosa de los Disidentes del cementerio de Sevilla los jimenatos Francisco Pérez Salguero, Sebastían Sánchez Jiménez y José Vilches Ruiz2.
Estas distintas oleadas de violencia y crímenes, gracias al trabajo colectivo de investigadores y asociaciones memorialistas, se traducen hoy día en fatídicos pero necesarios cómputos o listados a los que por desgracia les acompañarán siempre los adjetivos “provisional” e “incompleto”. A fecha de hoy se tienen documentadas 116 víctimas, y en torno a las 400 personas juzgadas en causas sumarísimas.
Ahora, como fruto del proyecto de investigación que estamos llevando a cabo acerca de los batallones de trabajo forzado en la provincia de Cádiz, damos un paso más en el conocimiento de esta otra modalidad represiva del franquismo que también afectó duramente a este municipio campogibraltareño.
Por su término pasaron tres de estas unidades de castigo: el Batallón de Trabajadores (BB.TT) nº 104, de octubre de 1939 a julio de 1940; el Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores (BDST) nº 15, entre noviembre y diciembre de 1941; y el Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores (BDST) nº 17, entre noviembre y diciembre de 1942. El BDST nº 15 tuvo una media en esos dos meses de 1042 prisioneros. A parte de Jimena, durante un periodo de dos años y un mes, también estuvo destacado en la Almoraima (Castellar de la Frontera), en el Puerto de Gáliz (Jerez de la Frontera) y Punta Paloma (Tarifa). El BDST nº 17, con una media de 705 prisioneros, tuvo un tiempo de permanencia de un año y fue empleado también en varios enclaves del término de San Roque (Cádiz).
En esta ocasión nos centraremos en el Batallón de Trabajadores nº 104, acantonado nueve meses en Jimena de la Frontera y uno en Los Barrios, de octubre de 1939 a julio de 1940. El vaciado completo de los justificantes de revista relativos a este batallón, procedentes del Fondo “Batallones de Trabajadores y Campos de Concentración” (Centro Documental de la memoria Histórica de Salamanca), nos ha permitido conocer de la forma más exhaustiva posible el número de hombres encuadrados en el mismo. Decimos exhaustiva, y no total, porque la documentación no se ha conservado íntegramente. Falta el justificante de revista correspondiente al mes de mayo, y 292 prisioneros que causaron alta en el mes de julio de 1940 fueron contabilizados pero no se detallaron sus nombres en los estadillos.
Pese a estas lagunas documentales, tenemos la cifra de 960 prisioneros, de los cuales 820 fueron designados como presentes y 140 como ausentes. Según el artículo 73 f del Reglamento Provisional para el Régimen Interior de los Batallones de Trabajadores de diciembre de 1938, los prisioneros ausentes eran aquellos que provisionalmente eran enviados a prisiones o a disposición de auditorías o consejos de guerra, y que seguían perteneciendo a la unidad disciplinaria hasta que una orden judicial no dijera otra cosa.
Estos 960 prisioneros que fueron condenados a trabajos forzados en el BB.TT. nº 104 ya están registrados en la base de datos que hemos confeccionado para facilitar las labores de investigación, y sobre todo, orientar y ayudar a sus familiares. Quien se interese por el periplo de alguno de los prisioneros accederá a una información no recopilada de este modo hasta el momento. Podrá conocer los distintos batallones en los que penó, las fechas de entrada y salida, la procedencia antes del ingreso, los destinos y/o traslados por los que pasó, así como si tuvo que ser hospitalizado en alguna ocasión.
Aunque en algunos casos sí hemos podido conocerlos y completarlos, faltan en la mayoría de registros datos claves como son lugar de nacimiento y/o residencia, edad, profesión o afiliación política y sindical. Los justificantes de revista que se remitían al Tribunal de Cuentas no aportan esta información. Cumplían con una función fiscalizadora, en la que prácticamente sólo importaba el nombre del prisionero y el tiempo de permanencia en el batallón. Remediar estas carencias supondría poder consultar uno a uno los expedientes personales que se conservan en el Archivo General Militar de Guadalajara (AGMG), lo cual es una tarea imposible si no se cuenta con más tiempo y recursos. Además, esta institución archivística ordena estos fondos con una clasificación nominal, y no por las distintas unidades disciplinarias. Así pues, los listados públicos que ofrece sólo referencian el nombre del prisionero en cuestión y la signatura del expediente. El estudio e investigación de este modelo represivo del franquismo se vería muy beneficiado si se profundizara en la descripción, o si al menos se añadiera a los listados los lugares de origen de los penados.
Por otra parte, hay que señalar un aspecto positivo que se ha logrado gracias al volcado o vaciado de estos 960 nombres en la base de datos. Tampoco todos los expedientes personales de prisioneros que generó la omnipresente burocracia castrense para administrar esta explotación económica se han conservado en la actualidad. Aún estando en una fase inicial del proyecto, calculamos que cientos, quizá miles, de estos expedientes se perdieron o fueron destruidos antes de su ingreso en el AGMG. Un gran número de registros de prisioneros que estamos incorporando a la base de datos no aparecen en los listados de este archivo militar. Es decir, y en el caso que nos ocupa, decenas y decenas de prisioneros que acabaron en el BB.TT. nº 104 no cuentan con un expediente personal. Condenados en este caso a un inmerecido olvido documental, sus nombres e infortunios no aparecían reflejados en ningún inventario. Ahora sí lo estarán, y por muy escasos que sean los datos (provisionales) que hayamos podido recopilar, todos son valiosos para honrar sus memorias.
Una vez contextualizados estos aspectos técnicos, pasamos ahora a exponer lo que sabemos hasta la fecha del paso de este batallón por Jimena de la Frontera.
Como en el anterior batallón analizado, el Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores nº 1, también la procedencia de los prisioneros del 104 fue diversa. Tal como puede observarse en el gráfico siguiente, de los 337 prisioneros de los que se hace constar dicha información, los principales suministradores de mano de obra esclava fueron de nuevo los campos de concentración. En este caso, los 279 señalados procedían de uno solo, el de la Almadraba de Rota. 28 llegaron directamente desde 6 prisiones distintas, siendo la Provincial de Sevilla, con 15, la que mayor número aportó. Desde varias localidades de las provincias de Granada, Córdoba y Almería recalaron en el batallón 16 prisioneros. Y por último, un total de 14, provenían de hospitales y cajas de reclutas de Huelva y Málaga. Al final del artículo se adjunta documento con un análisis estadístico más detallado.
Si se consulta la base de datos se observará que abundan en un porcentaje bastante alto los apellidos vascos, gallegos, catalanes y valencianos. Esto nos da una muestra de la consabida política de dispersión y desarraigo que puso en práctica el régimen fascista. Se perseguía de este modo evitar lo máximo posible las evasiones ¿A dónde iba a ir, por ejemplo, un joven de una aldea navarra, desconocedor del terreno y sin una red social en la que apoyarse? Fueron estos prisioneros foráneos los que más penurias sufrieron en los batallones. Los que procedían de lugares más cercanos lo tuvieron algo más fácil a la hora de recibir paquetes de comida y ropa.
¿Dónde los alojaban a medida que llegaban a Jimena de la Frontera? El reglamento de los batallones decía lo siguiente en su artículo 17:
…respecto a la necesaria concentración de los prisioneros, se procurará destinar para su alojamiento, los edificios o locales de mayor capacidad y cuando no sea suficiente uno solo, los demás que se elijan, deberán en lo que se pueda estar próximos entre sí, formando una zona o conjunto especial en las afueras de los pueblos o en su contorno, con preferencia al interior de los mismos, y además en forma de que cada uno de ellos y su conjunto, por sus alrededores despejados, su fácil dominación, sus muros de cerca, escasas puertas y ventanas altas, puedan ser vigilados con poca fuerza y aislados de la población civil y de las tropas.
Parece ser que en este punto sí se cumplió con los preceptos reglamentarios, al contrario que otros que concernían por ejemplo al suministro de comida o servicios sanitarios. Los investigadores José Manuel Algarbani3 e Ignacio Trillo Huertas aseguran que uno de los alojamientos provisionales elegidos fue el antiguo Pósito del pueblo, otro lo estuvo en una fábrica de corchos cercana. Este edificio, incomprensiblemente demolido en los primeros años de la década de los ochenta, estaba situado en el solar que en la actualidad ocupa en parte la Casa de la Cultura, frente al Ayuntamiento, y colindante con el antiguo cuartel de la Guardia Civil. Pocos lugares de Jimena, salvo quizá las inmediaciones del castillo y las tapias del cementerio, concentraron tanto miedo y repulsa para buena parte de la población jimenata como este espacio ocupado por las autoridades golpistas y represoras. Así le sucedía en particular a la madre de Alfonso Sánchez Gómez, alias el “Potaje”, acusado de ser guerrillero. Temía pasar por esa zona y daba la vuelta por otra calle para evitar los interrogatorios violentos de la Guardia Civil para conocer el paradero de su hijo4.
¿A qué trabajos fueron destinados los prisioneros del batallón nº 104? De nuevo tenemos que acudir a la obra de Algarbani, “Y Jimena se vistió de negro”, para contestar a la pregunta. Las obras realizadas por esta unidad disciplinaria, así como las llevadas a cabo por las otras 46 que penaron en la provincia de Cádiz, hay que enmarcarlas en el plan de fortificación y defensa del Estrecho de Gibraltar ejecutado en los primeros años de posguerra. El interior del Campo de Gibraltar, considerado como retaguardia de las líneas defensivas paralelas a la costa, no albergó prácticamente fortines u otras estructuras militares. Los trabajos se centraron en la construcción o reparación de caminos y carreteras, conducentes a garantizar la movilidad de las tropas entre unos puntos y otros. Así pues, se utilizaron los prisioneros en la carretera que une Jimena con Ronda, en el tramo que conduce hasta San Pablo de Buceite y Gaucín, en los puentes que salvan el río Guadiaro, etc. También se hicieron mejoras en las vías del tren, y se construyó un aeródromo en unos llanos de la finca de la Barría, próxima al cruce con la carretera que llega a San Martín del Tesorillo.
Por último, quedan por tratar los destinos o traslados de estos 960 prisioneros una vez que causaron baja en el batallón. Al contrario que ocurre con la variable de la procedencia, los justificantes de revista aportan una información más completa al respecto:
Como puede apreciarse, destacan los licenciamientos, sustituidos rápidamente por nuevos ingresos, como causa de baja. Le sigue, con 126, los prisioneros que aún dependiendo del batallón, se encontraban ausentes en 17 establecimientos penitenciarios diferentes repartidos por toda la península, a la espera de ser sometidos a la pseudojusticia franquista o recientemente condenados. 39 de ellos se encontraban en la Prisión de Mérida. Otros 45 hombres fueron trasladados a otros batallones de trabajo forzado. En el BB.TT. 208, emplazado en Los Barrios, acabaron 37. A campos de concentración como el de Miranda de Ebro (Burgos), el de Incapacitados de Haro (Logroño) al de Deusto (Bilbao) o al de Rota, fueron enviados una veintena de prisioneros, seguramente para ser clasificados de nuevo e ingresar en otros batallones.
Las hospitalizaciones y fallecimientos registradas en los justificantes de revista fueron menores si las comparamos con las habidas en otras unidades, hasta tal punto que dudamos de que entre cerca de un millar de prisioneros sólo se produjeran 44 ingresos en hospitales y enfermerías. Lo mismo ocurre con el número de fallecidos, cuyos nombres son Eduardo Gonzalo Fandos, fallecido el 28 de enero de 1940; y Juan Pagés Rivas, fallecido el 24 de febrero del mismo año.
No quisiéramos finalizar esta aproximación y reparación de la memoria de todos los integrantes del BB.TT. nº 104, sin hacer mención a la presencia en este del poeta Leopoldo Urrutia de Luis, considerado uno de los representantes más genuinos de la poesía de posguerra.
El poeta cordobés permaneció en el batallón 6 meses y 4 días, desde el 17 de diciembre de 1939 hasta el 21 de junio de 1940. Ignacio Trillo Huertas, que ha estudiado la trayectoria vital y literaria de Leopoldo en su libro “La herida de Leopoldo de Luis en el paraíso del sur“, nos cuenta que a su llegada al batallón conoció a la jimenata que sería su mujer, María Gómez Sierra, con la se casó en 1944. En conversaciones mantenidas con el autor, nos ha relatado que no fueron pocas las relaciones que surgieron entre los prisioneros y las mujeres de Jimena, un pueblo en donde como producto de tantos años de represión escaseaba la población masculina.
Estas historias de amor, y al fin y al cabo, historias de vidas, nos conduce a afirmar que pese a los escenarios más tristes e injustos, una vez más, sólo el pueblo salva al pueblo.
Notas:
- ALGARBANI, José Manuel. Y Jimena se vistió de negro. II República, Guerra Civil y Posguerra en Jimena de la Frontera. Diputación de Cádiz, 2011.
- Trabajo de investigación de José Antonio Jiménez Cubero.
- Idem nota 1.
- GARCÍa BRAVO, Luis Antonio. Cuadernos de la guerrilla antifascista. I Jimena de la Frontera 1939-1954. Editorial Tréveris, 2011.