Después de haber escrito el libro El cierre de la Verja visto a través de la prensa, cualquier noticia o nueva información al respecto, como es de suponer, atrapa mi interés. Esto es lo que ocurrió cuando, entre la voluminosa documentación de los fondos de Jesús Ynfante, en el archivo de la Casa de la Memoria, apareció un recorte de periódico, con la fecha del 4 de agosto de 1980 escrita a mano en la sección de Nacional, seguramente del diario ABC, titulado: «La verja no se abrió por presiones gibraltareñas».
El artículo, firmado por Antonio Moral, se hace eco de las intenciones de las autoridades españolas de abrir de forma circunstancial la Verja para que un grupo de estudiantes de Gibraltar pudieran asistir a los cursos de verano de San Roque. Concretamente, dice que «El hecho se teñía así con un matiz cultural, para encubrir las dificultades políticas que están encontrando las conversaciones hispano-británicas sobre el Peñón». Es decir, que con la excusa de fomentar la participación de universitarios de ambos lados de la frontera de forma conjunta en una actividad docente, se iniciara una primera «apertura gradual» que fomentara la convivencia, cortada desde el cierre, entre las dos poblaciones.
Hay que añadir que los cursos, que daban sus primeros pasos en aquel verano de hace ahora 41 años, pretendían «colocar los cimientos de lo que en un futuro será la universidad bilingüe de la localidad», lo que llevó a sus organizadores a contactar con la Universidad británica de Keele, con la que habían alcanzado un principio de acuerdo para que enviase a San Roque profesorado y recursos, acuerdo que no se llegó a concretar. No obstante, «La conferencia inaugural de hoy, que estaba previsto la pronunciara el profesor Tierno Galván, antes de su enfermedad, correrá a cargo del profesor británico de Keele John Naylon, actual codirector del curso en unión del profesor Jorge Enjuto», demuestra que, si bien no fraguó el convenio, sí que se habían dado pasos firmes para que la mencionada universidad se vinculara con el proyecto sanroqueño.

Recorte del 4 de agosto de 1980. La verja no se abrió por presiones gibraltareñas.
Recorte del 4 de agosto de 1980. La verja no se abrió por presiones gibraltareñas.

Y, respecto a estos cursos, igualmente hay que señalar que los fundadores, en su afán por lograr apoyos y recursos, llegaron a contactar también con el entonces agregado cultural de la embajada de Irak en España. Este señor se manifestó interesado en favorecer el proyecto, al que aportaba el interés de añadir una lengua más, en este caso el árabe. Por otro lado, seguramente conocedor de una hipotética patria sanroqueña del militar y político medieval Almanzor, puso como condición la erección de una estatua en su honor en Guadiaro, para la que la corporación municipal se haría responsable de buscar el escultor y la embajada elegiría y abonaría la obra, para mayor gloria del dictador andalusí. Creo que ahora, con la distancia que nos da el tiempo, casi todos podemos sentirnos aliviados de la implicación de la UCA en los cursos de verano de San Roque, antes de tener que adoptar otros socios más inquietantes.
Respecto a los estudiantes que ya estaban matriculados y, como así lo anticipa el titular, la frontera no llegó a abrirse, por lo que, con el fracaso en las negociaciones, el periódico resalta que «los alumnos gibraltareños deberán seguir utilizando la vía habitual de Tánger para llegar a San Roque».
La suerte me une de largo, tanto desde un punto de vista profesional, como desde la amistad, con Eduardo López Gil, a la sazón alcalde de San Roque en aquellos momentos y principal promotor de los cursos en sus inicios y a quien aprovecho para agradecerle los hechos que me ha narrado para escribir este artículo, ya que hemos sostenido una larga conversación, a modo de entrevista, en la que he obtenido una información en primera persona de los acontecimientos que rodearon este intento de relajar las relaciones entre las dos poblaciones actuales, Gibraltar y San Roque, una originaria de la otra. Y lo que me cuenta es casi más propio de un sainete que de un formal intercambio diplomático entre España y el Reino Unido.
Para lanzar los cursos de verano, el alcalde contó con la estrecha colaboración de otro sanroqueño insigne, José González-Deleito y, aunque el primero era del PSOE y el segundo del PSP, entre ambos existía una gran sintonía e idearon la manera de poder entrevistarse con las autoridades gibraltareñas para plantearles la situación e intentar alcanzar un entendimiento en el tema de la Verja, puesto que otras decisiones de mayor calado político, obviamente, quedaban fuera de sus prerrogativas, aunque conviene reseñar que contaban con el respaldo del ministro español de exteriores para esa posible apertura ocasional. Así que en el vecino puerto de Sabinillas –Deleito era el secretario del ayuntamiento de Manilva- localizaron un pequeño yate, al parecer con bandera panameña y se embarcaron, sobre las 5 horas de una calurosa tarde de verano previa a los cursos, rumbo a la cara opuesta a la entrada del Peñón para acceder a la Roca de forma clandestina y tratar de arrancar un acuerdo in extremis. Allí los esperaba el ministro principal, sir Joshua Hassan, pero, al ser sabbat, no podían encontrarse hasta la caída de la noche, puesto que para los judíos están prohibidas las actividades mientras haya luz del día.
A la llegada fueron interceptados por unos bobbies de la policía yanita que, aunque les recordaron normativas en relación al contrabando y a la entrada ilegal en el Peñón, los dejaron ir sin más inconvenientes. Hassan, con quien ya habían mantenido contactos previos, no quería adoptar ninguna decisión de forma unilateral, puesto que conocía que una medida como la que se le pedía, de abrir la Verja para unos 20 estudiantes, podía contar con una falta importante de respaldo en la ciudad, como así sucedió. Hassan puso como condición que la oposición, fundamentalmente en aquellos momentos representada por las fuerzas sindicales, debía estar de acuerdo, por lo que, en primer lugar, la pequeña legación sanroqueña, compuesta por López, Deleito y sus respectivas esposas, se dirigió a una especie de local o nave en un sótano, un lugar cutre de la zona portuaria y allí se encontraron con los dos líderes del momento que estaban luchando para que los derechos de los trabajadores yanitos se equipararan con los de los británicos de Gran Bretaña. Eran José Netto y Joe Bossano. Este último, en 1988 sería elegido ministro principal, cargo en el que estuvo hasta 1996.
Es curioso que estos sindicalistas, que estaban ideológicamente mucho más cercanos a los sanroqueños que sir Joshua, que era partidario de esa apertura circunstancial, no obstante, se manifestaron en contra de la medida que les proponían, bajo el argumento de que si se abría la Verja, se abría para todos. Así que, con el no por respuesta y los ánimos alicaídos, ya sólo les quedaba entrevistarse, casi de forma protocolaria, con el ministro principal, aunque ya sabiendo que no iba a ser posible la propuesta. Cuando cayó la noche se dirigieron al domicilio de Hassan, donde los recibió su mujer recién salida de la ducha envuelta en toallas y, un poco más tarde volvieron al barco y retornaron a España, de la misma manera furtiva en la que la habían abandonado.
Zarparon rumbo a la bahía, pero cuando estaban en medio del mar se apagaron los motores del barco, perdiendo también la luz, con lo que se quedaron en la más absoluta oscuridad, mecidos por las negras aguas, a merced del capitán del bote -al parecer alcohólicamente perturbado, ya que el tiempo de espera de las gestiones de la legación hispana lo había pasado bebiendo- y una llave inglesa como única herramienta para solventar el problema mecánico. Veían a lo lejos las luces de las dos costas y las de otros barcos sin poder distinguir bien a la altura de dónde se encontraban y temiendo que cualquier navío que estuviera por la zona los arrollara y los hiciera zozobrar. Alumbrados con los mecheros lograron conectar la radio porque, al parecer un barco gibraltareño les avisó de que estaban en aguas españolas y, por tanto, llamaron a la Comandancia de Algeciras y, al cabo de un buen rato, en la noche cerrada del Estrecho, los recogió un remolcador.
En el puerto de Algeciras tampoco fueron fáciles las gestiones, ya que la Guardia Civil no les dejaba poner pie en España porque venían ilegalmente desde un país extranjero. No obstante permitieron que Eduardo López hiciera una llamada, aunque era una hora ya intempestiva, al comandante de puesto con el que le unía una cierta amistad, y fueron autorizados a desembarcar él y su esposa, que la tarde anterior se habían dejado a sus dos hijos pequeños a cargo de una canguro en un apartamento familiar en la torre conocida como el Patricia de Torreguadiaro.
Después cogieron un taxi, como última etapa de su odisea pero, a la altura de Sotogrande, se les metió una densa niebla que les impedía el avance por la carretera, ante lo cual, el taxista se negaba a seguir andando. Unas cuantas negociaciones más tarde con el chófer, cuando eran ya las 10 de la mañana, llegaron finalmente a su casa.
Eduardo comentó las aventuras que vivieron con un compañero de centro que por entonces impartía clases en el colegio Santa María Coronada, destino también de López, que ejerció de maestro a lo largo de su vida profesional y Juan Pérez Creus, que así se llamaba el compañero, que era además poeta y un gran epigrafista -que, como maestro represaliado por el régimen, se había visto obligado a exiliarse un tiempo y después en España a escribir con diversos seudónimos- le dedicó un soneto en la colaboración que tenía en la revista Sábado Gráfico y que firmaba como el Pájaro Pinto. Aquí transcribo el poema:

Al alcalde San Roque

La verja está cerrada, fue cerrada
y se abre en los casos de emergencia.
La cultura, de manos de la ciencia,
La quiso ver abierta y franqueada.

De un lado y de otro lado la algarada
estalló en rabia, llena de insolencia
¿Abrir la verja para la docencia
o para la cultura? ¡De eso, nada!

¡Ay, Eduardo López Gil, amigo,
si la docencia compartí contigo
en fecha todavía muy cercana

hoy comparto la pena que se encierra
en tu frase: “No quise hacer la guerra”!
¡Doy un viva a tu tierra gaditana!

Por cierto, que Juan Pérez Creus merecería un estudio de su personalidad, sus vicisitudes y su obra, pero no es este el lugar para exponerlo, aunque no puedo sustraerme a mostrarles uno de esos epigramas para los que él era un dotado artista. Va dirigido a Ulpiano Gómez Medina, gobernador civil  de Teruel en época franquista que se declaraba enemigo personal de Unamuno, y que con motivo de una lectura poética sobre Fray Luis por parte de algunos ilustres poetas de la época, se empecinó en censurar los poemas. La cuarteta que Pérez Creus le dedicó dice así:

Se dice antiunamuniano
que es como negar ser hombre.
Que le vayan dando a Ulpiano
por donde acaba su nombre.

Y quizá debería pedir disculpas por alejarme de los estrictos objetivos de este artículo, pero es que a veces, los personajes con los que te encuentras son tan sorprendentes y tan endiabladamente vitales, que no puedes por menos que dejarte llevar acunada en sus brazos en los que reina la bondad o la belleza o, como ocurre en este caso, el ingenio y la crítica inteligente. Por fortuna, ya que el poeta tuvo una vida difícil y un final trágico, un instituto de La Carolina, su pueblo natal, le rinde homenaje llevando su nombre para que se perpetúe su memoria.
Pero, volviendo a lo que estábamos, la realidad es que aquellos primigenios cursos de verano de San Roque –de los que Eduardo conoce todos sus entresijos y todos los movimientos que hubo que poner en marcha para que arrancaran- hubieran podido servir para iniciar la distensión entre Londres y Madrid, para dar un pequeño paso de acercamiento entre las posturas que cada cual defendía y flexibilizar el férreo cierre que se había perpetrado en junio de 1969. Pero, como es sabido, habría que esperar aún algo más de dos años para que se franqueara el paso el 15 de diciembre de 1982.
Trabajar en el archivo, en este caso con los fondos de Jesús Ynfante, no es sólo encontrarse ante un universo de documentación diversa e interesante, también te permite la posibilidad de abrir las puertas a los lugares a los que los documentos te invitan y adentrarte por caminos plagados de sorpresas y de historias tan increíblemente curiosas por lo que es fácil llegar a la certeza de que cualquier hecho encierra un pedazo de vivencias que no aparecen impresas en los medios que, tras un escueto titular se puede esconder una peripecia, porque la vida real es mucho más que una noticia y que, en determinadas ocasiones –y sé que esto suena a manido- la realidad supera a la ficción.

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