Cubierta del libro de Emilia de Zuleta, incorporado a la biblioteca digital de la Casa de la Memoria.
Cubierta del libro de Emilia de Zuleta, incorporado a la biblioteca digital de la Casa de la Memoria.

Españoles en la Argentina: el exilio literario de 1936 es el título de una obra de síntesis escrita por Emilia de Zuleta y publicada por la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes en 2002, en una edición digital basada en la de Buenos Aires, de Ediciones Atril, datada en 1999. Esta obra se incorpora a la biblioteca digital de la Casa de la Memoria, a propósito del proyecto Memoria y exilio transoceánico, que desarrolla esta institución con el patrocinio de Iberarchivos. La propia autora se refirió a este libro breve en una intervención difundida el 2 octubre de 2017 por Cervantes Virtual. En esta entrevista, De Zuleta explica: “Nosotros, con una profesora de Buenos Aires, hace ya 18 años que estamos trabajando en un diccionario bio-bibliográfico sobre este exilio (…). Hemos recogido, hemos localizado 320 exiliados que tuvieron obra escrita. Esta es la prehistoria de mi librito, porque el diccionario bastante extenso. Y yo, sobre la lectura y relectura de la obra de estos exiliados, compuse un libro breve, de síntesis, donde se recogen las características más generales de lo que fue el exilio en Argentina”.

 

 

Emilia de Zuleta explica además: “He procurado describir el exilio que comienza en 1936 como una reinserción, en circunstancias trágicas, dentro de la cadena inmigratoria iniciada desde la Conquista, y en el marco de unas interrelaciones culturales entre España y la Argentina que se remontan, también, hasta aquellas fechas. Y, sin embargo, decíamos que para los españoles que vinieron a nuestro país dejar la patria implicó abandonar sus espacios propios, sus paisajes, lugares, gentes, objetos y, por tanto, sufrieron la sensación y el sentimiento de las pérdidas del despojamiento, del desarraigo, de la alienación, análogos a los de otros compatriotas que dejaban lo conocido para ir hacia lo absolutamente desconocido”.
Sobre los escritores que integraron el exilio republicano en Argentina, entre los que se encuentra el poeta gaditano Rafael Alberti, reflexiona Emilia de Zuleta: “Existe en cada escritor un imaginario personal y lo que Antonio García Berrio ha llamado su «mito espacial». Es decir que, en algunos, el sentimiento de la pérdida del paraíso y el desarraigo consiguiente eran anteriores a la experiencia de este exilio histórico, personal y concreto. Integraban, por ejemplo, el imaginario de Alberti, Cernuda y Serrano-Plaja antes de 1936, en sus libros Sobre los ángeles, Donde habite el olvido, Destierro infinito, en una suerte de manifestación neorromántica de la conciencia del hombre como criatura arrojada en el mundo. Pero posteriormente, sobre aquella base antropológica, se irán configurando nuevas orientaciones según la evolución biográfica personal, las interacciones con el medio, los patrones literarios precedentes o coexistentes y, en mayor o menor medida, las expectativas de un grupo de lectores potenciales o reales”.
De Zuleta añade: “Venían los expatriados desde un espacio físico-geográfico concreto que sólo en parte podría llamarse espacio de la realidad, en cuanto que éste se transforma de continuo por la experiencia íntima y coexiste con los espacios de la imaginación. Pero, de hecho, la ruptura fue abrupta y, en el primer momento, la conciencia de haberlo perdido todo, abrumadora. Más aún, muchos españoles habían sufrido, a poco de partir, un despojo inicial cuando en los campos de concentración franceses de Argélès-Sur-Mer y Saint Cyprien, en vez de encontrar la tierra de libertad que buscaban, debieron luchar por sobrevivir cada noche, para no morir enterrados en la arena. Desde allí emprendieron el camino real y simbólico, ya no sólo de la vida -«homo viator» es todo hombre-, sino también el peregrinaje del desterrado. Para los que venían hacia América se abría, además, la etapa del viaje por mar, segundo componente de este imaginario colectivo y experiencia   —97→   personal angustiosa porque, mientras se borraban hacia atrás los perfiles de la tierra perdida, era imposible adivinar, hacia adelante, los de la tierra desconocida”.
Sobre Alberti, Emilia de Zuleta insiste: “Rafael Alberti, en la soledad de Punta del Este, observa: «Cuando al entrar en casa miro el cielo y buscando, nostálgico, la Osa Mayor de mi hemisferio Norte, me surge, de un agujero negro de la Vía Láctea, la geometría perfecta de la Cruz del Sur, recuerdo que mi vida corre ya muchos años bajo la noche austral de América, lejos, muy lejos de los cielos de España». También se han trocado las estaciones, y éste es otro tema recurrente en los textos literarios del exilio austral que troquela definidas imágenes simbólicas enraizadas en los tópicos básicos del nacer y el morir de la naturaleza, pero que ahora se refuerzan en la oposición entre el aquí y el allá propia del testimonio del exiliado.
Y si el paisaje natural le resulta ajeno, también suele resultarle hostil o ajeno el paisaje urbano de Buenos Aires, la enorme ciudad, una «ciudad sin finales», decía María Teresa León, «que no se la puede recorrer echando a andar»”.
La autora se refiere a otro autor andaluz en el exilio argentino: “Francisco Ayala hablaba de un «exilio suave y benigno», en esa ciudad que él y muchos de sus coetáneos hacía tiempo que habían descubierto como lugar europeo y civilizado. Pero para ello el exiliado necesitó delimitar sus espacios propios dentro de la ciudad inmensa, sus islas, las de las famosas tertulias de la Avenida de Mayo, o en las asociaciones regionales (vascos, gallegos, catalanes)-, donde pervivía la nostalgia de España, de sus gentes y de sus problemas, en un tiempo detenido que diseñaba su propio ámbito de perfiles a veces conmovedores. Otros, procuraban integrarse gradualmente en los círculos de los grandes diarios, de las revistas y de las editoriales argentinas, como hemos visto a lo largo de este trabajo”.

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