Al comienzo de este proyecto denominado “Exilio transoceánico”, sobre el exilio republicano andaluz en Argentina, que desarrolla la Casa de la Memoria La Sauceda, con el patrocinio de Iberarchivos, se reseñó un artículo de Dora Schwarzstein sobre el exilio republicano español en el país austral. Esta contribución sirvió para enmarcar el contexto general del exilio republicano en el país sudamericano. En esta ocasión, abordamos un estudio de la misma autora pero referido en concreto al exilio andaluz en Argentina. Se trata de una ponencia que presentó en las las VI Jornadas de Andalucia y América, desarrolladas en la Universidad de Santa María de la Rábida (Huelva) en marzo 1986, y que se publicó en el volumen 2 de la obra colectiva Andalucia y América en el siglo XX, editada en 1987 por la Universidad Internacional de Andalucía y coordinada por Bibiano Torres Ramírez y José J. Hernández Palomo (páginas 173-196). Este artículo se incorpora a la documentación digitalizada del Archivo de la Casa de la Memoria y aparece en la web “Exilio transoceánico” dentro del apartado “Documentos de archivo”.
La autora ha basado este trabajo en los resultados de entrevistas hechas a 30 personas, de las cuales la mitad son de procedencia andaluza. Uno de los testigos sevillanos cuenta a la investigadora que permaneció escondido durante 18 meses, hasta que encontró la ocasión para pasar a zona republicana vía Casablanca, terminar en Barcelona la guerra, pasar a los campos de concentración en Francia y finalmente llegar a la Argentina. Otro refugiado andaluz cuenta que la huida implicaba la división de la familia, situación que a
veces se prolongó mucho más allá del fin de la guerra. En su caso la división duró más de 12 años hasta el reencuentro en la Argentina. Según la autora, “el exilio argentino aparecía como el lugar de la abundancia frente a la España del franquismo temprano. Un hjo de refugiado relata: «Mi padre siempre escribió incluso mandó algunas cosas, paquetes de ropa y comestibles, te imaginás la primera vez que recibimos por medio
de un barco español que iba a Rosario a cargar trigo (mi padre se hizo amigo de un tripulante)… La primera vez que yo comí mermelada de tomate, mermelada con queso, te imaginás cómo estirábamos aquello…».
Según la autora, desde muy temprano la identificación como republicanos dio origen a una «comunidad de republicanos» que presenta las fases contradictorias de una intensa vinculación con diversos aspectos de la vida argentina pero reforzando internamente una cerrada y frecuente interacción entre sus miembros. A este respecto, un refugiado andaluz expresa: «… En realidad siempre vivimos como una comunidad, todas las fiestas, todas las cosas importantes que nos ocurrían siempre acontecían en un círculo de republicanos. Y eso conscientemente, es decir no se concebía que se podía compartir cosas tan íntimas con gente de afuera, con la cual uno se llevaba muy bien, pero eso era otro problema, no eran los mismos vínculos… Mi familia recibía todos los domingos a todos aquellos que querían venir. En definitiva como no tenían familia se recrearon otra familia en el exilio. Eran todos exiliados, de vez en cuando vino algún argentino, pero en fin, todos eran exiliados. Entonces estos republicanos que tenían oficios diferentes, mi padre por ejemplo trabajó en el cine o sea que él se integró enseguida al mundo del trabajo, y otros también recreaban todos los domingos entre ellos todas las escenas de la guerra de España, todo lo que pasó, entonces eran discusiones,
porque claro no habían estado juntos durante la guerra, entonces eran discusiones entre los protagonistas a ver quién tenía razón sobre la Batalla del Ebro…». «…Mi casa estuvo abierta durante prácticamente 40 años, todos los domingos, primero yo pensé en los que eran solteros, los jóvenes, que no tenían donde estar, pues que vinieran a mi casa, bueno improvisábamos cenas, nos sentábamos por el suelo, era una bohemia, pero era muy alegre… frecuentábamos la casa de Rafael Alberti, bueno luego los escritores (argentinos) nos invitaban muchísimo a fiestas suyas, los músicos (argentinos).., hacíamos tertulias, más bien no nos incorporábamos nosotros a ellos sino ellos a nosotros». «Yo como español algunas veces me sentí discriminado, pocas, en este país ser español es como una carta a favor. Ser español es favorable
cuando uno lo reafirma, en vez de evergonzarse. Cuando yo estaba en primero o segundo año del colegio Sarmiento, un profesor de historia muy, muy despreciativo decía que parecen gallegos recién llegados cuando hacíamos algo mal. Entonces un día le dije que por favor como profesor de historia no entendía eso, que mi padre era gallego y me había enseñado que la cultura gallega era importante, y que incluso Alfonso
El Sabio había escrito en gallego… después me pidió disculpas muchas veces, pero el único que habló en esa clase fui yo, y creo que la mitad de la clase eran hijos de gallegos, ¿me explico?, eso es lo que marca al
exiliado, yo no soy gallego, soy sevillano».
Dora Schwarzstein es una historiadora argentina que murió en Buenos Aires en 2002. Contribuyó a la consolidación de la historia oral como campo de construcción del conocimiento histórico, así como a la potencialidad del trabajo con este tipo de fuentes en el aula. Entre sus obras destacan Entre Franco y
Perón (2001) y Una introducción a los usos de la Historia Oral en el aula (2001).
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