A la documentación digitalizada del Archivo de la Casa de la Memoria La Sauceda se incorpora un estudio sobre el barco Massilia, que transportó a decenas de republicanos españoles a Argentina en 1939. Se trata del artículo “«En busca de un submarino». Crónica a bordo del buque insignia del exilio republicano en Argentina: el Massilia“, escrito por Bárbara Ortuño Martínez y publicado en el nº 9 de la revista digital francesa Cahiers de civilisation espagnole contemporaine. de 1808 au temps présent, de 2012. La autora es profesora del Área de Didáctica de las Ciencias Sociales de la Facultad de Educación de la Universidad de Alicante. La reseña de este artículo se añade al apartado de “Documento de archivo” del proyecto Exilio transoceánico, que desarrolla la Casa de la Memoria con el patrocinio de Iberarchivos.
En dicho artículo, Bárbara Ortuño, autora de la tesis doctoral titulada El exilio y la emigración española de posguerra en Buenos Aires, 1936-1956, que fue presentada en la Universidad de Alicante en 2010, analiza la crónica de viaje a bordo del Massilia del periodista y corresponsal en la Guerra Civil española Constantino del Esla, que fue publicada por capítulos en el diario argentino La Nación en noviembre de 1939. En esta contribución da a conocer “los detalles objetivos de la complicada travesía del barco insignia del exilio republicano en Argentina, el cual trasladó al mayor grupo de intelectuales ingresados sin permiso de desembarco en el país antes de 1940”. Este ejemplo le sirve a la investigadora para exponer los principales rasgos de la actitud adoptada por las autoridades argentinas ante la llegada de los refugiados españoles, así como de las estrategias de ingreso de los mismos.
Como datos genéricos cabe decir que desde el puerto industrial de La Pallice, en la ciudad francesa de La Rochelle, se embarcaron en el Massilia 384 personas de diversas nacionalidades, de las cuales 262 arribaron a Buenos Aires. Más de la mitad de estas personas, en concreto las de nacionalidad española, no poseía el permiso de libre desembarco en Argentina. De las personas embarcadas, 147 republicanos y republicanas españoles fueron en tránsito a otros países americanos: 132 a Chile, que era el destino final de la travesía, nueve a Bolivia y seis Paraguay.
La autora aclara que, frente a la reticencia mostrada por las autoridades argentinas, “la presión que la opinión pública ejerció sobre el Gobierno argentino hizo que éste se viera obligado a permitir que los españoles y españolas en tránsito a otros países desembarcaran y permanecieran en Argentina. En este sentido fue decisiva la labor del diario pro-republicano Crítica y de su director, Natalio Botana, quien ofreció a muchos de ellos puestos de trabajo ‒condición indispensable para permanecer en el país‒ en la redacción de su periódico y una suma importante de dinero para su mantenimiento hasta que se acomodaran en su lugar de destino. La actitud de Botana, que fue colmada de leyendas, quedó fuertemente grabada en la memoria de la colectividad española de Argentina, y en especial de los refugiados y refugiadas”.
Para la elaboración de su estudio, Bárbara Ortuño se ha basado en una fuente no explotada hasta que ella lo hizo, la crónica del periodista Constantino del Esla, publicada en La Nación y en la que narra su experiencia como pasajero del vapor francés a finales de octubre de 1939. La investigadora explica: “En octubre de 1939 Del Esla abandonó el continente europeo aterrorizado por las previsibles consecuencias devastadoras de la II Guerra Mundial y por los daños psicológicos que le había ocasionado la contienda española. El 2 de noviembre del mismo año el diario La Nación publicaba una noticia redactada por el periodista desde Río de Janeiro, titulada «El Massilia eludió con facilidad la persecución de un submarino», que supuso el punto de partida de una serie compuesta por 11 artículos. Bajo el título «En busca de un submarino» la crónica de viaje de Del Esla ocupó de forma diaria las primeras páginas del matutino entre el 5 y el 15 de noviembre de 1939. El proceso de elaboración de la misma lo desconocemos; por lo que se desprende de su lectura en ocasiones apunta que fue concebido como un reportaje y otras veces insinúa que la realizó a modo de diario personal. De todas formas suponemos que fue reescrita cuando se instaló de nuevo en la capital porteña. Dicha crónica es posible que sirviera de modelo de referencia para diversos periódicos y revistas con menor tirada que La Nación. En este sentido la más destacada fue la que publicó la revista ¡Aquí está! a finales de enero de 1941. En ella el primer presidente de la Segunda República española, Niceto Alcalá-Zamora, narró en varios capítulos su azarosa aventura para cruzar el Atlántico durante 441 días junto a un nutrido grupo de refugiados españoles y europeos. Sus entregas fueron reunidas en una edición de la Editorial Sopena Argentina en 1942″.
El vapor Massilia perteneció a la Compagnie de Navigation Sud-Atlantique, fundada en 1912 para unir Francia con Brasil y Argentina. Fue botado en 1914 pero no comenzó su servicio trasatlántico hasta 1920 debido a la I Guerra Mundial. Este vapor, de 138 metros de eslora, fue designado para realizar la ruta Burdeos-Buenos Aires con escalas en Portugal, diversos puntos del continente africano, Brasil y Uruguay. El Massilia, “conocido en Francia por haber trasladado a los diputados del Frente Popular Francés a Casablanca tras su derrota ante el ejército alemán a comienzos de la II Guerra Mundial, se convirtió en uno de los barcos más famosos de la ruta del Atlántico sur, en especial en Argentina, por el gran número de celebridades que hasta allí se desplazaron en él”. Uno de sus grandes hitos fue el traslado de intelectuales refugiados españoles en octubre-noviembre de 1939.
Bárbara Ortuño recoge lo que el propio periodista Constantino del Esla declaró: «Cuando me dijeron que salía el Massilia, me tentó la aventura […]. Era más sugestivo el mar, comprobar prácticamente, ser testigo y actor de que las marinas mercantes francesa y británica, dominan el océano, mientras los buques alemanes duermen en los puertos de refugio». No obstante, contradiciendo la anterior afirmación, conforme se avanza en la lectura de las crónicas de Del Esla “descubrimos -dice la autora- que más allá de ese afán aventurero y de una concepción romántica de la guerra lo que le llevó a embarcarse en el Massilia fue, en primer lugar, el presentimiento de que la supuesta calma parisina pronto se quebraría y su vida podría estar en peligro”. En segundo lugar, “el deseo de huir de una Europa «desorbitada, loca», en la que reinaba «esta moda bárbara […] de asesinarse los hombres», y de regresar al continente americano, en concreto a Argentina. En este sentido sus palabras no están exentas de cierta idealización producto de los años que Constantino del Esla permaneció alejado de su tierra y de la alegría por considerarse cerca de su destino tras 17 días plagados de riesgo en alta mar. Además, tampoco descartamos -añade la investigadora- la posibilidad de que previendo que su crónica se publicara en La Nación u otro diario argentino el periodista tratara de captar la atención y la adhesión de sus lectores”. En tercer lugar, según la misma autora, “los traumas que le produjo la crueldad bélica de la que fue espectador durante la Guerra Civil española, tal y como se desprenden de las múltiples evocaciones presentes en los once relatos que componen la crónica”.
Constantino del Esla fue conocedor de que el 18 de octubre de 1939 el Massilia partiría de Francia rumbo a Buenos Aires. Este barco “pintado de gris para camuflarse en el océano” comenzó a efectuar el embarque desde el puerto de La Pallice. Transportaba 384 pasajeros, además de tres comisiones militares francesas de adquisiciones con misiones en Brasil, Uruguay y Argentina, 40.000 kilogramos de armamento para el ejército argentino, 15 toneladas de coñac, 2.000 kilogramos de seda, 490 sacas de correspondencia, el cuerpo embalsamado del coronel argentino Villa Delbue, fallecido en París, que recibiría sepultura en la capital argentina, y 11 automóviles. El barco partió en la mañana del 19 de octubre de 1939 armado con dos cañones en popa y seis metralletas antiaéreas en proa solo para defenderse en caso de ser atacado.
Según la autora, uno de los fragmentos más emotivos de la narración es el que hace referencia al paso del Massilia por las costas españolas. El periodista relata de forma detallada la reacción de los refugiados y refugiadas republicanos ante la que para muchos sería la última visión de su tierra: “en la proa del barco, cara a un viento salobre y mareante, hay hombres, mujeres, niños, carne humana en racimos, en el doloroso camino del exilio, que preguntan con emoción incontenida, que pone brillo en los ojos y temblor en los labios: «¿Dónde está España?»”. La travesía se completó con escalas en Río de Janeior y Montevideo y llegando finalmente al puerto de Buenos Aires el 5 de noviembre de 1939, acontecimiento referido por Del Esla como plagado de «una alegría indescriptible».
Según las investigaciones consultadas por la autora, fueron unas 10.000 personas las que se exiliaron en Argentina entre 1936 y 1960. “Una alta proporción de las mismas lo hizo camuflada en la emigración económica reanudada tras los convenios firmados por Franco y Juan D. Perón en 1946. Desde el comienzo de la Guerra Civil el hecho de que en el país del Plata residiera la colonia española más extensa del mundo permitió que a través de las redes personales ingresaran al país numerosos exiliados, más allá de las dos excepcionales entradas colectivas de los refugiados vascos y de los pasajeros del Massilia. De este modo Argentina se situó en el segundo país acogida en América Latina después de Mexico, en este caso en condiciones políticas muy diferentes, sin ayudas gubernamentales y con las autoridades del país contrarias a su recepción”.
El Massilia no fue el único barco que transportó a republicanos españoles a Argentina. También lo hicieron el San Martín, el Almanzora, el Campana, el Mendoza, el Kerguelén, el Hihgland Monarch, el Alcántara, el Jamaique o el Alsina. Ortuño señala: “Estos barcos trasladaron hasta Buenos Aires al llamado exilio anónimo, el cual pronto quedó eclipsado por los nombres de las personalidades del mundo del arte, de la cultura o de la política que aparecían en las listas de pasajeros, y a algunas familias argentinas que se encontraban en España al comienzo de la Guerra Civil. Muchas de ellas estaban conformadas por los antiguos emigrantes que habían retornado al país de origen o que simplemente se encontraban en su tierra pasando las vacaciones estivales”.
La elección de Argentina como destino para estos refugiados estuvo determinada, según la autora, por los siguientes motivos: tener familia emigrada en el país, ser antiguo o antigua residente, en el caso de las parejas, que uno de los cónyuges tuviera la nacionalidad argentina o de algún país limítrofe y poseer contactos laborales e institucionales, a lo que hay que añadir, para el caso de la intelectualidad y profesionales que emprendieron el exilio, los contactos previos que por su ocupación habían establecido en Argentina, yla solidaridad de sus colegas y amistades españolas o argentinas, así como “la imagen positiva que se tenía de Argentina, el poder de atracción y el magnetismo simbólico que la república del Plata ejerció”.
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